En las reuniones de trabajo con directivos siempre aparece la pregunta del millón: ¿qué podemos hacer para ser buenos jefes y motivar a nuestra gente?
Después de mucho pensar en ello para poder dar respuesta a dicha preocupación, se puede concluir (reforzado con investigaciones realizadas en los mejores centros de investigación que trabajan desde hace años en el campo del liderazgo) que lo que podemos hacer es ejercer un buen liderazgo para no desmotivar a las personas. Uno de dichos centros, quizás pionero, el CCL (Center for Creative Leadership) situado en Colorado Springs, apunta que el factor que hoy distingue a los buenos jefes es la competencia «AFECTO». Según Kouzes y Posner del CCL:
«Contrariamente al mito del jefe de corazón duro al que no le importan los sentimientos de los demás, los gerentes más competentes demuestran más amabilidad y aprecio hacia los demás que el 25% de los menos competentes. Se acercan más a la gente y están ostensiblemente más abiertos a compartir pensamientos y sentimientos que sus rivales menos competentes. Ahora bien, eso n o significa que no hubiera aspectos racionales […] Es sólo que los factores racionales no explicaban por qué los gerentes eran competentes»
Estas investigaciones y muchas otras que hoy están en marcha, confirman la importancia de la Inteligencia Emocional y la capacidad de relación y afecto en el entorno laboral. Tambien confirman que la capacidad de conectar con los que nos rodean nos ayuda a fortalezar nuestra resistencia ante el alto nivel de exigencia al que estamos sometidos hoy.
En la comunicación es importante tener presente que debemos revisar continuamente la forma en que nos relacionamos con los demás y lo que les aportamos.
Charles Dickens escribió: «Ningún hombre es inútil si aligera la carga de otra persona».
Un buen Jefe es un «comunicador nato» y un «relaciones públicas» de amplío recorrido.
Todo lo demás, se puede aprender.
Pero esto último, o tienes los mimbres necesarios o por mucho que lo intentes te vas a dar una hostia detrás de otra.
En definitiva, o eres un Líder o dedicate a archivar papeles, que tal vez vivas mejor.
¡ He dicho !
Eso está «muy bien», «Nacho»; pero el caso es que a muchos nos hacen jefes… y somos gente de lo más normal, es decir, con la misma tendencia que todo el mundo a equivocarse, por ejemplo… y por supuesto…
Y todos los jefes que hemos ido teniendo (hablo de Banca y CC. AA.) pues lo hacen lo mejor que han sabido… han podido… o les han dejado (cabrones aparte que, como en botica, hay siempre de tó… tanto jefes como subordinados…). En definitiva, que, como los pimientitos de Padrón, unos «pican» e outros non.
Y, por cierto, ese tipo de liderazgo, de directivo tipo ideal… en mis casi 34 añitos de currante… ¡¡como que no lo he visto nunca!! (Miento: sólo una única vez… y durante sólo un par de años…)
Así que mi propia conclusión y experiencia (dentro de mi ineptitud para dirigir personas… contrastada durante los 13 años que dirigí sucursales bancarias) es que el AFECTO, efectivamente, es crucial. Además, es «gratis», no debería suponer esfuerzo alguno. Como la educación, los buenos modales, el respeto interpersonal… Y, sin embargo, no es Gª de éxito ¡en absoluto! Es más, muchas veces sospeché (en cierto modo, sigo sospechando) que no es el «mejor método» para según qué tipo de personas… aunque tu conciencia siempre la tengas absolutamente tranquila en ese aspecto.
Aquí, como en tantos otros ámbitos, el «misterio» se encuentra en lograr el equilibrio entre fines y medios… A la mayoría (por desgracia… y cada vez mucho más…) les parece que, mientras se consigan los objetivos marcados… justificaría los medios (que incluye, efectivamente, los «modos»). Es decir, que el mejor Director será siempre el que más y mejor consiguiera los Objetivos… independientemente del trato, motivación y empatía con el resto de la plantilla…
Los problemas empiezan con las presiones que se sufren casi todos los días desde «arriba» (Dirección/Directores), desde «fuera» (Clientes) y desde «dentro» (empleados). Sus objetivos no coinciden con los tuyos… ¡casi nunca!
En fin, que «¡eso es lo que hay!», como estamos acostubrados a oir desde hace tanto tiempo…